Comprar una tortilla de rescoldo de Alejandra Fierro es la parada obligada de todo aquel que viene o va al Monumento Natural Contulmo.
“Me llamo Alejandra Verónica Fierro Arias. Nunca supe si mi abuelita, Rufina Pinto Macaya, llegó soltera o casada y de dónde venía. Yo soy nacida y criada aquí en Manzanal (cerca de Purén), camino a Contulmo.
En los setenta este camino era de tierra. Traficaban puros caballos y animales. El tren pasaba por el frente. La gente ocupó los rieles y durmientes para hacer casas y construcciones, todavía quedan los túneles que me gustan tanto.
No tenían cocina a leña
Mi abuelita hacía pan entre la leña y mi papá, siendo niño, se los iba a dejar a los trabajadores. Luego mi papá y mi mamá, se dedicaron a las tortillas, no les quedó otra que hacerlas entre las cenizas del rescoldo porque no tenían cocina a leña. Mi papá era súper comerciante, vendía todas las tortillas cuando partía para la playa.
Las tortillas de rescoldo se transformaron también en mi sustento. Tengo cuatro niños, todos hombres, no eran exigentes como los de hoy y la plata daba para lo básico.
Los secretos de la tortilla
Tengo clientes fijos que me llaman para encargarme tortillas. En verano vienen los turistas y la gente de paso que compran y se van. Hago como 25 kilos los sábados y otros 25 los domingos. Antes hacía 50 kilos al día, pero ya no es lo mismo.
Las tortillas son distintas, según el lugar donde se hagan y de qué sea la ceniza. Yo le hecho más carbón para que agarre más calor. El horno tiene que ser de barro y con ladrillos. Una tortilla lleva harina, levadura, sal y un poco de bicarbonato que las pone amarillitas. A mis clientes no les gustan de ese color, yo le coloco un poco de bicarbonato, pero no se me amarillan.
La única que se quedó
Los chiquillos dicen: “Cuando se muera mi mamita, esto se cierra”. Yo creo que mi abuelita debe estar diciendo: “Al menos, una nieta se quedó aquí”. Todos mis hermanos, éramos nueve, migraron. Fui la única que se quedó y me siento feliz de haberlo hecho”.